lunes

 F I N L A N D I A


Algo sabíamos pero poco de las leyendas e historias de este interesante país nórdico. Nos contaron que antes de que el Papa animase a convertir a los paganos de la otra orilla del Báltico, aquellas bellísimas tierras estaban habitadas por etnias libres e independientes, hasta que en 1157 Erik el Santo las invadió convirtiendo a los finlandeses en vasallos de Suecia, pero sin lograr convertirlos a su religión. Aino es la legendaria doncella que representa a la joven Finlandia que prefiere suicidarse a ser violada por el viejo que la acosa con intención de poseerla, pero del cual escapa arrojándose a un lago, donde sus dioses paganos la convierten en sirena.

La Historia cuenta que, como los ortodoxos avanzaban por el Este, para frenar las ambiciones de los principados y ducados rusos, los reyes suecos bautizaron a sus vasallos fineses y los integraron en la Gran Suecia. A partir de esa etapa histórica, las antiguas creencias paganas se confundieron con la nueva fe, y el substrato popular derivó a lo folklórico las antiguas tradiciones de los cultos abolidos. 

En el siglo XIX, tras derrotar conjuntamente a Suecia, deciden el Zar Alejandro I y el Emperador Napoleón (el 7 de julio de 1807) la creación del Gran Ducado de Finlandia bajo la tutela de los zares rusos. Uno de estos, Nicolás II, ofendió a los fineses que respetaban a los zares en memoria de su querido Alejandro I,  y sus intentos de rusificar Finlandia fueron abiertamente contestados, pues los artistas e intelectuales bebieron el sentido nacional del pueblo finés y a su vez se lo inflamaron con sus pinturas y esculturas, sus poemas, y su música. 

La diplomacia rusa intentó entonces corromper con prebendas a los preclaros patriotas sin conseguir su propósito. Unidos a los intelectuales y artistas rusos, los finlandeses plantaron cara al Zar y el triunfo de la Revolución Rusa de 1917 les supuso su deseada independencia, pues Lenin convenció al Soviet Supremo, en enero de 1918, argumentando que Finlandia merecía la libertad igual que Rusia y que, una vez que se vieran republicanos libres e independientes, los proletarios fineses abrazarían convencidos el comunismo.

Pero Lenin se equivocó, y el exacerbado nacionalismo de Finlandia la llevó a aliarse con los nazis, siendo invadida por los rusos y teniendo que aceptar las condiciones que impuso Moscú para no ser otro más de los países satélites europeos del Pacto de Varsovia. Desde entonces ha venido siendo adalid de la coexistencia pacífica y de la democracia, puente de entendimiento entre los dos bloques confrontados en la Guerra Fría. Se integró (año 1994) en la Unión Europea, y es un país prestigiado por su laboriosidad, respeto al orden internacional y serenidad para afrontar los grandes retos de este comienzo de milenio. Sabido lo cual, nos faltaba  conocer presencialmente Finlandia, y allá que nos fuimos volando. 

Cuando aterrizamos en Helsinki nos esperaban dos guías, Almudena y Sonia, y Andrei con su autocar. Llovía y nuestra primera impresión fue que tendríamos mal tiempo durante nuestra estancia, pero felizmente no fue así del todo.

Tras una visita panorámica, nos dejan en la Plaza del Senado, delante de la escalinata de subida a la catedral neoclásica de Helsinki y junto al monumento del zar Alejandro II. 

Nos dan tiempo libre hasta después de comer, y las guías nos sugieren los ricos menús del  Mercado Viejo (Vanka Kaupahalli en finés), indicándonos cómo llegar a él. Pero nos desmarcamos del mogollón porque nos apetece entrar antes a la catedral… 

… que nos recuerda el estilo luterano de algunos templos suizos. A la salida bajamos hacia el mercado por la calle Sofiankatu, divisando desde donde finaliza una plazoleta presidida por un desnudo femenino en bronce modernista, que resulta ser la famosa “Havis Amanda”, una sirena que renuncia a su vida en el mar y se adentra en tierra firme, pero echa una última mirada a su reciente hogar preguntándose si habrá tomado una decisión acertada.

Desde su plazoleta ya divisamos de frente el mercado cubierto que buscábamos, pero se nos va la vista a nuestra derecha porque ahí comienza el no menos celebrado Parque de la Explanada, un coqueto bulevar ajardinado con más monumentos,…

… flanqueado por todo tipo de elegantes tiendas de moda y otras tentaciones para los que les gusta comprar. Y al mirar a nuestra izquierda, divisamos al fondo la Catedral Uspensky cuya arquitectura ortodoxa  contrasta con la modernidad de su vecino edificio diseñado por Alvar Aalto,…

… y finalmente, también a la izquierda pero más cercano, un mercadillo al aire libre con puestos de artesanías y diversas manufacturas finlandesas,…

… todo ello junto a los muelles del puerto de Helsinki.

Así que tras saciar de momento nuestra curiosidad con estas miradas primerizas, nos resignamos a dejar de pasear bajo la llovizna tolerable para saciar también nuestro moderado apetito donde nos han dicho de comer.

Tras los postres nos fuimos a una boutique-pastelería que habíamos visto al bajar por la calle Sofiankatu, con un reno en su escaparate.

Y allí muy a gusto, antes de salir para ir a sentarnos en el autocar, esperamos la hora de reencontrarnos con los demás tomando un café delicioso mientras fuera cae la lluvia, cada vez con menos ganas.

De regreso a la plaza del Senado encontramos abierto el autocar, y tras el recuento sin que falte nadie  nos llevan a ver el Parque de Sibelius.

Nacido en 1865 fue el iniciador de la escuela moderna musical de su país. Muy apreciado en España por su “Vals triste” y otras celebradas composiciones, su legado es magnífico y los finlandeses debatieron tras su muerte si su monumento en el parque que lleva su nombre debería ser figurativo o abstracto, decidiendo que fuese de ambos estilos, en parte con el reconocible rostro del compositor y además con una especie de tubos de órgano antiguo en acero inoxidable.

 

Tras lo cual visitaremos someramente la “Sibelius Akademia” (Conservatorio Superior de Música de Helsinki), que tiene una fachada moderna, ...

… y un interior vanguardista, …

… al igual que las esculturas de su entorno exterior.


Su entorno está bellamente ajardinado, con lo cual suponemos que aunque llueva no le faltarán paseantes pisacharcos como nosotros.

Seguidamente el eficiente Andrei nos llevará al barrio de de Töölö, para visitar la famosa iglesia luterana de la Virgen de la Roca.

Sus constructores se adaptaron al terreno donde está insertada, y la cubierta fue realizada con miles y miles de metros de hilo de cobre. 

Fue diseñada por los hermanos Suomalainen, e inaugurada en 1969. El interior se excavó en la roca, aunque está bañada por la luz natural que entra por sus vitrales sencillamente transparentes (y caso de actos nocturnos o en días muy oscuros, unos potentes reflectores suplen la ausencia del sol).

Nuestras guías nos informan que es una privilegiada sala de conciertos, por la excelente acústica que proporcionan las rugosidades sin labrar de la roca.

Después, ya va siendo hora de conocer nuestro hotel y de reconocer nuestros respectivos equipajes para que nos los suban a las habitaciones asignadas, mientras pasamos a cenar y a intercambiar anécdotas y pareceres de nuestra primera jornada finlandesa. 

En la jornada siguiente madrugaremos para ir en autocar a Porvoo, una ciudad del interior, a unos 50 Km de la capital, donde pasaremos gran parte del día. 

Como el autocar ha de quedarse aparcado junto al río, las guías nos indican que las acompañemos cuesta arriba, que en paradas intermitentes nos dejarán descansar del todo  o, quien lo prefiera, sólo de caminar porque ellas se irán alternando en darnos la paliza explicativa programada por la agencia de viajes, para que aprendamos por ejemplo que subsisten del remoto ayer algunos  tramos del empedrado de sus calles (recién regadas por un gran chaparrón que nuestras influyentes guías solicitaron que escampara minutos antes de nuestra llegada), …

Aunque no es ciudad costera, está unida al golfo de Finlandia por el rio, navegable para barcos de poco calado.

Resulta que Porvoo fue fundada en el año 1346, como lugar de descanso del camino real conocido como “Camino de la Costa”.  El casco antiguo de la ciudad se ha mantenido prácticamente como estaba antiguamente, con las inevitables adaptaciones a mejor en los siglos sucesivos, y también son antiguas la mayoría de unas casas rojas junto al río, usadas en su época como almacén de mercancías de tierras lejanas traídas por barcazas que remontaban la corriente fluvial cargadas desde Helsinki.

Al final de la cuesta inicial de acceso al casco histórico comenzamos a ver a nuestra derecha la citada catedral. La sede del episcopado de Viborg se mudó a Porvoo cuando aquella ciudad pasó de manos suecas a rusas en el año 1721, porque en este año Porvoo era la segunda población en importancia de entre las ciudades finesas. Esta nada grandiosa catedral tiene el característico aspecto externo del gótico nórdico, …

… y su interior suma varias etapas claramente diferenciadas. En su esquina Noroeste tiene vestigios de madera del siglo XIII, a partir del cual los muros ya se hicieron de piedra. 

En 1450 fue ampliada en cuatro metros hacia el Este y seis metros hacia el Sur, y su interior fue decorado con elementos en su mayor parte desaparecidos, siendo dedicada a Santa María del Mar.


Tras la conquista de Finlandia por parte de las fuerzas rusas en 1808 (acabando con el secular dominio sueco), Porvoo junto con el resto del país, pasó a formar parte de un Gran Ducado tutelado por los zares. La Dieta de Porvoo de 1809 fue un hito en la Historia de Finlandia, (el zar Alejandro I confirmó la nueva constitución finesa, concediendo una holgada autonomía a dicho Gran Ducado) y Porvoo se convirtió en segunda residencia de los nuevos jerarcas de Helsinki, que la embellecieron con fastuosas edificaciones.

En nuestro brujulear por libre de aquí para allá, hasta la hora en punto de volver al autocar, encontramos varias curiosidades, como por ejemplo este “600 rosa” de comienzos de los felices años 70, arriba en la ciudad.

… y abajo junto al río estas no menos curiosas “prendas de amor” confeccionadas con lanas de colores y agujas de tejer, que los enamorados de Porvoo depositan a las orillas del Povoonjoki (que no rescatarán hasta el día de su boda), cerca de la pasarela que habremos de cruzar para reencontrarnos con Andrei y nuestras guías, que nos esperan  a las tribus dispersas en la explanada de aparcamiento para llevarnos a comer a Helsinki.

Efectivamente nos tienen reservado menú en la calle Vuoikatu Bergatan, teniendo previsto llevar al hotel a los que quieran descansar, y dejarnos sueltos a los demás que queramos seguir por libre hasta la hora de la cena, resultando que la mayoría del grupo ya teníamos planes por nuestra cuenta para pasar la tarde viendo más y más. En nuestro caso la catedral ortodoxa que teníamos avistada junto al puerto, …


 

… y la Galería Nacional de Arte de Artistas Finlandeses ( en el denominado “Ateneum”)…




… y, como se ha quedado una tarde soleada, incluso tendremos ocasión de pasear por el puerto, y disfrutar un concierto al aire libre en el Parque de la Explanada…


… y también curiosear los edificios adyacentes, …

… así como los otros notables monumentos del agradable bulevar ajardinado.


… antes de tomar el tranvía que nos llevará hasta la puerta del hotel.

Lo bueno si breve dos veces bueno, y después toca cenar y retirarnos temprano a descansar, porque mañana embarcaremos en el ferry que nos cruce el mar Báltico para poder visitar Tallín, la capital de Estonia, que tampoco será todavía la última de nuestras agradabilísimas escapadas a los países del Norte de la bella Europa.