lunes

V A L E N C I A

 

Nos dijeron nuestros asiduos a Valencia que toda la provincia, capital incluida, estaba en una especie de competición de construcciones y restauraciones de monumentos. Así que, sin dudarlo, fuimos a ver lo que íbamos encontrando con idea de volver finalizadas las obras.

Sin más preámbulo partimos desde la vecina Calpe (de la que ya hablaremos en la publicación dedicada Alicante), y nos fuimos deteniendo en algunos puntos “in fieri” (para, después que terminen las obras, poder comparar dicho estado con el que tendrán “in facto esse”). La primera parada fue en Simat de la Valdigna, de la que ya dijimos algo cuando estuvimos por Tarragona, transcribiendo la anécdota que nos contaron en el monasterio cisterciense de Santes Creus acerca de Jaime II (rey de Aragón) y Bononat de Vilaseca (abad de este monasterio de Tarragona), que originó la fundación de una filial valenciana de aquél en Valdigna, el año 1298.

A este desdichado, tras siglos de esplendor, las guerras y desamortizaciones le causaron abandono de monjes y, lo que es peor, expolios de sus bienes muebles y hasta de sus elementos arquitectónicos desmontables y transportables, que acabaron en fincas particulares de potentados españoles sin escrúpulos. Menos mal que a finales del pasado siglo XX, lo que restaba del histórico recinto cisterciense fue adquirido a sus entonces propietarios por la Comunidad Valenciana, y desde entonces tratan de recuperar aquellas partes suyas expoliadas para restituirle su aspecto original.

Las prematuras fotos, en lo que siguen las obras, son una incitación a imaginar la vieja Historia que hoy callan sus descarnadas piedras, y que nos encantará venir a escuchar cuando finalice la restauración, para hacernos mejor idea de lo esplendoroso que debió ser antes que lo dejaran hecho una ruina.


Desde la Valdigna seguimos subiendo hacia Valencia, y nuestra segunda parada es en la histórica Alzira (también en obras restauradoras de su admirable pasado), la musulmana Al-Yazirat Suquar (la isla del río Suquar), cuna del poeta Ibn Jafaya al Xuqrí (el del Xúquer), y cuyos santos patronos son tres hermanos musulmanes convertidos al cristianismo: el príncipe Ibn Ahmet Al Mansur (después Fray Bernardo, monje cisterciense)…

 

 

… y sus hermanas, las princesas Zaida y Zoraida (bautizadas María y Gracia).

 

 

Es sabido que las inundaciones pluviales, tan frecuentes en la vertiente mediterránea, han sido constantes en Alzira. Los dos casalicios de los santos patronos adornaban el puente (desaparecido hace más de medio siglo) bajo el cual pasaba a veces muy crecido el Xúquer-Júcar,

 


Pese a las continuas obras de reparación y prevención de nuevos daños, las inundaciones y las “gotas frías” con lluvias torrenciales y vientos huracanados no dejan de ser motivo de lamentos desde toda la vida hasta fechas muy cercanas. El insigne poeta citado (muerto en 1138) nos deja constancia de ello en estos versos:

 


 

Desolación es la palabra exacta

para expresaros mi regreso a Alzira,

entre el trueno que rompe mis oídos

y la lluvia que azota mis caderas.

           

Alcotán sin arrestos para el vuelo,

mientras sus crías tiemblan en el nido,

he mirado derrumbarse los muros

al embate de vientos iracundos,

reblandecidos por mares torrenciales.

 

Acosado bajo las negras nubes

y oleadas de barro que cabalgan

hasta estrellarse contra las defensas,

la medina se está resquebrajando

humillada cual hato de cautivos

que han de pasar junto al trono tiránico.

 

¡Dios nos asista!

 

El río que hasta ayer nos daba vida

e hizo feraz la tierra, hoy enloquece

y quiere arrebatarnos sus regalos.

 

Las casas de mi infancia están cediendo,

inclinándose a tierra

como se abaten los embajadores

que acuden al Emir de los creyentes.

 

Se diría que imitan a los fieles

a punto de postrarse en oración.

 


No es que Alzira se hunda, sino que el cauce del Júcar cada vez se ha ido elevando más y más por el acarreo de sedimentos siglo tras siglo. En vano trataron de asegurar los nuevos edificios, construyéndolos por encima de la cota de los anteriores desmoronados. Con lo cual fue continuo el soterramiento de las edificaciones, como hacen ver las excavaciones arqueológicas que van haciendo aflorar, por ejemplo, la antigua muralla medieval bajo las casas de siglos muy posteriores.

Para colmo, en 1982 se rompió río arriba la presa de Tous, y un mosaico fotografiado en nuestro deambular alzireño da testimonio de la altura de esa (esperemos que última) gran inundación.

Pero, dejamos ya las lamentaciones imputables al inocente río Xúquer y pasaremos a las alabanzas por su fructífera labor de regadío, pues ya nos vemos disfrutando de los campos extramuros de Alzira, antes de  ir a comer,…

 … en los que el apetecible olor de frutas y verduras comienza  ya a alimentarnos...

... al igual que nos alimenta el espíritu la sola visión de La Murta, que saludamos al seguir subiendo hacia la ciudad de Valencia.

Antes de entrar en la capital paramos a comer en la entrañable y generosa “Chirivella”, evocada en reportajes de prensa y TV por los ancianos que fueron acogidos, siendo niños evacuados desde Madrid, para evitarles los horrorosos bombardeos que ellos dibujaron con ojos infantiles (dibujos recopilados en gran medida por brigadistas internacionales del “Batallón Lincoln”)


A la ciudad de Valencia, en esta ocasión, tan sólo pasaremos a callejear su Barrio de Ruzafa, a comprar en "Concheta", …

… y a hacer deporte subiendo al mirador del Miguelete…

 

… desde donde avistaremos el cimborrio octogonal de la catedral y, a su izquierda la cúpula de la basílica de la Mare de Deu, a la que entraremos a saludar cuando bajemos…


… para seguidamente terminar nuestra visita echando unos vistazos por fuera a la Ciudad de la Artes y las Ciencias antes de que la terminen de construir.