miércoles

 

DENDERA

 

Después de beber más que comer, por el calor que trajimos desde Abidos, nos cuesta salir a visitar Dendera sin reposar más que con un cuartillo de siesta. Pero nos levanta el pensar que nos espera el gran Templo de Hathor, la diosa que es el nido de Horus el divino halcón. Nido en su doble acepción, pues Hathor primero fue su nodriza y por eso se la representa con cuernos de vaca, pero después fue su amante, y lo colmó de felicidad. Por lo cual, más que diosa del amor, a secas, lo es del placer amoroso (no del sufrimiento amoroso, que ese no es nada alegre, ya que además es la diosa de la belleza y de la alegría de vivir).

 

Antes de entrar al templo de Hathor, un guía local nos agrupa para comenzar sus explicaciones frente a la gran puerta del recinto: Antiguamente, esta ciudad faraónica se llamaba On. Pero había al Norte otra ciudad del mismo nombre, y aún otra más en el Sur. Así que, para diferenciarla sin equívocos, comenzaron a referirse a esta On como “la de la diosa”. Eso sonaba entonces algo así como “tentore”, y con los milenios, Tentore ha degenerado en la palabra Dendera. La ciudad de la diosa Hathor, que los griegos llamaron Afrodita. Los faraones Ptolomeos helenizaron Egipto y reconstruyeron,  más que restauraron, el antiquísimo templo que aquí había, representándose a sí mismos en sus bajorrelieves (p.ej.: Cleopatra y Cesarión ante Yhy, Hathor, Horus y otras deidades).

 

Dentro del templo, que se está más fresquito que en el exterior, continuará explicándonos y nos pide que nos fijemos en los capiteles lamados hathóricos que tienen forma de cabeza de mujer, que seguiremos encontrando en más templos de nuestro recorrido, como por ejemplo en el de la reina Hatshepsut de Tebas Occidental, entre otros lugares.

 

También comienza tímidamente a contarnos que en el Egipto faraónico no se tenía el actual sentido del pudor o de la moral que se estableció a partir de la Biblia, el Corán, y otros magnos libros posteriores a los escritos de los antiguos egipcios. Y así Ramsés y otros faraones como Ajnatón, se casaron con sus hermanas e hijas, sin contravenir por ello ninguna ley civil ni sacerdotal de su tiempo. Nos hace considerar que el incesto se convirtió en pecado y en delito muchísimos siglos después, y seguidamente pide que por favor no comentemos hasta salir de Egipto lo que nos va a seguir explicando, no le vaya a costar la licencia como a un compañero (a este por denuncia de sus explicaciones sobre el dios Min). Nos sonreímos sin entender demasiado que, sin conocernos, confíe en nuestra discreción y establecemos con él un pacto tácito de silencio.

 

Nos da las gracias y, a continuación se explaya poniendo “verde” a  Hathor, con que si consoló íntimamente a Isis cuando esta enviudó, o que si cuando la vio incapaz de amamantar a su hijo Horus ella se ofreció como nodriza del pequeño al que terminó haciendo su amante, concibiendo con él a su hijo Ihy (llamado “el jóven músico”).

 

El instrumento musical favorito de la tan desenfadada diosa es el sistro, una especie de sonajero para adultos. Los sistros que se hacían sonar resultaban muy rítmicos, logrando que (al igual que con los sonajeritos se adormece a los niños pequeños), su repetido son ayudara a entrar en trance a los seguidores de Hathor durante los misterios hathóricos que se hacían en su honor.

  

Símbolo del júbilo también aparece en Dendera un sistro en la mano de Harsomtus que celebra la unificación del Alto y bajo Egipto.

 

Ahora nos encontramos en las salas hipóstilas, cuyos fustes son cilíndricos, con decoración a base de jeroglíficos cincelados y con bellísimos capiteles en su parte superior, representando cabezas de la diosa titular (algunas de ellas deterioradas a martillazos por los cristianos en un período de destrucción de idolatrías).

 

Más allá de estas salas, se encuentra otra sala, donde hacían las ofrendas sagradas, y detrás de esta, flanqueado de capillas, se ubica el santuario propiamente dicho. Las paredes se adornan con vistosos colores representando motivos religiosos e históricos. Me impresionó gratamente el inmenso techo de piedra, a gran altura sobre nuestras cabezas, así mismo decorado con gran riqueza de imágenes, todo ello en un perfecto estado de conservación.

 

Por escaleras ascendentes o descendentes se accede a la terraza exterior o a la cripta subterránea. A dicha parte superior, bajo la luz de Ra, los sacerdotes subían la estatua de oro que personificaba a Hathor, para que recibiera anualmente la divina energía solar en su capilla sin techar.

 

En el techo de otra capilla de esta misma terraza se encontraba grabado un sorprendente Zodiaco, expoliado por las tropas napoleónicas, y llevado al museo del Louvre, donde sigue despertando admiración por las constelaciones representadas.

 

Descendemos a la cripta subterránea, que ha sido objeto de atención de los amantes de misterios inexplicables a primera vista…

 

… en principio no nos parece misteriosa la representación de un sistro ante Hathor…

 

… pero resulta que es que la cripta también muestra una controvertida representación que la prensa sensacionalista del pasado siglo llegó a describir nada menos que como una “bombilla eléctrica del Egipto faraónico”, pero que el guía nos explica que se trata del capullo de una flor de loto con el dios Harsomtus en forma de serpiente.

 

De Harsomtus no nos dijo mucho más, quizá molesto por tantos visitantes que sólo parecen mostrar interés por su “bombilla”, habiendo tantas mejores historias en Dendera, pero de Ihy y su madre nos contó largo y tendido, perdido su temor a que le hiciésemos perder su licencia de guía por referir eroticidades a los turistas. Resultó que Hathor, rendida al amor de Horus desde que le tuvo a sus generosos pechos, fue a encontrarse con él en el templo de Edfu, quedando allí en cinta del citado Ihy, hijo de ambos. Edfú también merecerá nuestra visita, ya que es el santuario más importante del dios Horus y está muy bien conservado después de tantos siglos de haber estado oculto bajo la arena, entre Luxor y Asuán (así que lo traeremos otro día). De momento sólo mostramos una de sus salas, la de la barca que transportaba a Hathor desde Dendera para consumar la pasión amorosa que, comenta una del grupo, seguro que algo tiene que ver, vía Grecia  con el llamado “complejo de Edipo”.

 

Tal acontecimiento daría lugar durante siglos a que, anualmente, entre Dendera y Edfú pasando por Luxor, se conmemorara con una gran procesión fluvial que remontaba el río Nilo en barcas ricamente adornadas y vítores de las poblaciones de ambas orillas. La diosa, en el camarín de su barca que veremos en el templo de Edfu, irradiando destellos de oro y plena de las energías solares que la otorgó Ra en la capilla de la sobrecubierta del templo, era acompañada en el acercamiento hasta su amado por unos devotos y devotas a su servicio a quienes les estaba permitido casi todo lo amoroso. Todo no porque el pueblo no podía hacer el amor con ell@s, aunque sí excitarse en las danzas hathóricas que ofrecían como espectáculo litúrgico. Con lo cual, nueve meses después de la fiesta se producía el mayor cúmulo de nacimientos del año. Era la celebración más popular, aunque no sólo por ese motivo erótico-hathórico, sino porque con ella daba festivamente comienzo el año nuevo.

 

Aunque Hathor concibió a Ihy en Edfu, lo alumbrará aquí, en la Mammisi de Dendera. (En el siglo –IV el Faraón Nectanebo I, mando edificar una capilla conmemorativa, que los romanos hallaron semiderruida, y construyeron ellos una segunda "mammissi").

 

Ya tenemos que ir saliendo del templo. El tiempo no podrá con las pirámides, pero a los turistas si que nos puede, aun cuando estamos a gusto en una visita, porque esta noche tenemos fiesta a bordo, mientras navegamos hacia Luxor para atracar allí, y mañana saldremos tempranito a visitar Luxor, la antigua Tebas.