De
Teotihuacan a Palenque ( y V )
Pidió y obtuvo que llegasen los especialistas, y unos operarios con gatos hidráulicos sincronizados elevaron cuidadosamente aquella lápida labrada…
… y, bajo ella, el
imapaciente Alberto Ruz pudo palpar la tapa del sarcófago propiamente dicho…
… que procedieron a levantar
emocionados quitando nuevos cilindros de cal que la lacraban, sospechando quién
podía encontrarse debajo…
… y efectivamente al quitar
los cilindros e introducir por ellos unas sogas entrelazadas, al fin pudieron
ver a quien tan protegidamente habían depositado allí milenio y medio atrás los
mayas palencanos…
…Quién si no ¡el mismísimo Gran Pakal!, sus restos oseos cubiertos de cinabrio y adornados con más de mil piezas de jade (la máscara funeraria
que cubría su rostro costaría paciencia y tino recomponer), las piedras de la
inmortalidad, que creyeron sus
sacerdotes mayas ayudarían a este rey a renacer auxiliado por sus dioses.
Y bien, pues ya dejo de contaros cosas de Palenque y de Pakal. Concluyo con que, después de su muerte, vinieron otras guerras y otros reyes menores y la ciudad se vino abajo. Y también que, allá por el siglo X hubo un gran colapso de las urbes mayas de la cuenca del río Usumacinta, pues comenzaron a caer unas tras otras y a quedarse poco a poco abandonadas, y en ese estado las hallaron los españoles como Fray Pedro. Tras lo cual, siendo casi mediado el siglo XVIII se interesaron por Palenque las autoridades de Nueva España y hasta los reyes, sobre todo aquel Carlos III que también mandó excavar Pompeya, con lo que el mundo comenzó a querer saber las historias que atesoran lo que tan sólo aparentaban ser ruinas del pasado… Y bueno, que disculpéis que me haya extendido, y que quien pueda mejor será que se acerque por allá y nos cuente si ya han desvelado el misterio de la llamada “Reina Roja”, que posiblemente se trate de la madre del Gran Pakal. O aunque no nos cuente que al menos se acerque a visitar aquello, que no se arrepentirá.