miércoles

De Teotihuacan a Palenque ( y  V )

 

 Alberto Ruz y los suyos efectivamente se agacharon sobre un misterioso gran paralelepípedo de piedra cubierto por una gran losa labrada, de tres metros y medio de larga y más de dos metros de ancha por veintitantos centímetros de espesor, y sobre ella seis esqueletos humanos con el cráneo deformado como era lo habitual entre los ajaus mayas, una vez que retiraron aquellos restos que resultaron ser de cinco hombres y de una mujer, y limpiaron cuidadosamente los bajorrelieves, pudiendo así descubrir que estaba representado en ellos nada menos que al Gran Pakal. Imaginad la emoción de Alberto Ruz, después de haber escuchado y estudiado de sus predecesores en la arqueología maya que, a diferencia de Egipto, ninguna pirámide mesoamericana se habría utilizado como tumba, cuando aquel paralelepípedo tenía toda la apariencia ser precisamente la tumba de un gran personaje como Pakal II. Y por encima de esa emoción la explosión de alegría por haber sido él, precisamente, el padre de tan importante hallazgo. Así que se tuvo de contener las lágrimas para enfriar sus pensamientos y pensar en la forma menos arriesgada de elevar la losa para ver lo que tapaba.

 

Pidió y obtuvo que llegasen los especialistas, y unos operarios con gatos hidráulicos sincronizados elevaron cuidadosamente aquella lápida labrada…

 

… y, bajo ella, el imapaciente Alberto Ruz pudo palpar la tapa del sarcófago propiamente dicho…

 

 

 

… que procedieron a levantar emocionados quitando nuevos cilindros de cal que la lacraban, sospechando quién podía encontrarse debajo…

 

… y efectivamente al quitar los cilindros e introducir por ellos unas sogas entrelazadas, al fin pudieron ver a quien tan protegidamente habían depositado allí milenio y medio atrás los mayas palencanos…

 

 

 

 …Quién si no ¡el mismísimo Gran Pakal!, sus restos oseos cubiertos de cinabrio y adornados con más de mil piezas de jade (la máscara funeraria que cubría su rostro costaría paciencia y tino recomponer), las piedras de la inmortalidad, que creyeron  sus sacerdotes mayas ayudarían a este rey a renacer auxiliado por sus dioses.

 

 Y bien, pues ya dejo de contaros cosas de Palenque y de Pakal. Concluyo con que, después de su muerte, vinieron otras guerras y otros reyes menores y la ciudad se vino abajo. Y también que, allá por el siglo X hubo un gran colapso de las urbes mayas de la cuenca del río Usumacinta, pues comenzaron a caer unas tras otras y a quedarse poco a poco abandonadas, y en ese estado las hallaron los españoles como Fray Pedro. Tras lo cual, siendo casi mediado el siglo XVIII se interesaron por Palenque las autoridades de Nueva España y hasta los reyes, sobre todo aquel Carlos III que también mandó excavar Pompeya, con lo que el mundo comenzó a querer saber las historias que atesoran lo que tan sólo aparentaban ser ruinas del pasado… Y bueno, que disculpéis que me haya extendido, y que quien pueda mejor será que se acerque por allá y nos cuente si ya han desvelado el misterio de la llamada “Reina Roja”, que posiblemente se trate de la madre del Gran Pakal. O aunque no nos cuente que al menos se acerque a visitar aquello, que no se arrepentirá.