De
Teotihuacán a Palenque ( IV )
Según pudieron establecer
tras la Revolución Mexicana los expertos del citado INAH, aquella mínima
comunidad agrícola anterior a nuestra era pronto fue la capital de B´akaal, una
próspera región que se extendía desde Chiapas a Tabasco. Los mayas la llamaron
Lakam Ha, “agua abundante”, y sus gobernantes pretendían descender de un linaje
sagrado desde la noche de los tiempos, e incluso ser ellos los padres de la
“cultura madre” mesoamericana, del culto agrario a la serpiente emplumada, la sacralización
de las montañas y las oquedades, el simbolismo vitalista del jade, el arte tan
característico de cerámicas y esculturas, así como una pléyade de dioses
naturales protectores, ante los cuales intermediaban una especie de casta, de
nobles y sacerdotes, entrelazados por vínculos familiares. Estos eran los ajau,
encabezados por el kuhul ajau, el divino señor, el rey para entendernos. Uno de
estos fue el Gran Pakal famoso en todo el mundo, aunque
desgraciadamente más por aquellas publicaciones pseudocientíficas
que le hacían nada menos que astronauta extraterrestre.
Pero no adelantemos lo que ha sucedido después. En su remoto comienzo, siendo el año 612, el futuro gran
Pakal era muy niño y tuvo que reinar por él su madre. No era la primera vez que
una mujer ostentaba tan alto cargo entre los mayas. Pero el caso es que esta se
las ingenió para hacerlo hasta
entronizar a su hijo en el año 615, como Kinich
Janaab Pakal II, que asoció su reinado al dios sol (Kinich), y que mandó poblar de
monumentos la capital de su reino a mayor honra de su madre y de su estirpe divina.
Él mismo se hizo construir,
al estilo de los famosos faraones egipcios, su propia tumba escondida en el
interior de esta gran pirámide escalonada, y aquí es dondecito a Alberto Ruz para que nos cuente decirnos cómo llegó a desentrañarla hace poco más de medio
siglo, reforzando su genial intuición de que las mexicanas también eran tumbas reales. Hoy sabemos gracias al
equipo del INAH dirigido por el Profesor Ruz que cuando murió Pakal II (el 28 de
agosto de 683), efectivamente le prepararon su tumba dentro de una pirámide.
A Ruz debió pasarle lo que a nosotros, que en Palenque aunque veas el cielo despejado enseguida se apareja un temporal, así que dio licencia a sus cuadrillas indígenas que estaban desescombrando el llamado "Templo de las Inscripciones", porque de pronto, zas, llegaron las nubes y se
puso a diluviar. Los jornaleros corrieron a resguardarse bajo techado a su campamento base, pero él se demoró hasta ver el final del aguacero, y se quedó husmeando el interior accesible del templo ubicado sobre aquella pirámide, inspirándonos a nosotros no en lo de buscar huellas del pasado sino para no mojarnos, aun llevando chubasqueros.
Como los turistas no solemos ser arqueólogos nos limitamos a tomar imágenes hasta que escampara, pero Alberto Ruz investigó y halló que en suelo
había una losa de piedra de tres por dos metros, y cuando escampó y regresó la
cuadrilla encargó a unos cuantos que le acompañasen al lugar de la losa para levantarla. Pero ellos se negaron por temor a los
dioses de aquel templo y Alberto tuvo que enojarse con ellos insistiendo “¡Ni
modo! ¡hay que levantar la losa, con cuidado, pero cueste lo que cueste! Yo les
respondo que a los dioses no les molestará, porque precisamente ellos me
mostraron lo que a otros les pasó inadvertido”. Gracias a lo cual ahora se puede descender a ver qué más entraña dicho monumento maya.
Así que, con cuidado, para no tener que volver al traumatólogo, nosotros descendimos por las escaleras que ocultaba la losa, porque no había carteles de "prohibido el paso" hasta un punto posterior con alambradas que nos impidieron seguir adelante en el tan apetecible recorrido. Por lo cual tuvimos que conformarnos con las fotos que nos mostró Ramón, el guía, que nos contó además cómo el propio Ruz tomó un martillo pilón, y golpeó el suelo tras bajar los aparecidos escalones ¡y le sonó como a hueco! Y, aunque se produjo una nueva desbandada de jornaleros temerosos, algunos prefirieron no perder su salario y se quedaron.
Sin pensar que aquello fuese ni profanación ni sacrilegio, Ruz les mandó a esos pocos levantar otra losa de aquel firme. Y vieron que seguían más hacia lo
hondo otros escalones, en una especie de pasadizo descendente con bóveda maya en forma de triángulo isósceles, hasta una antesala con nueve esqueletos, posibles guardianes de algo importante, junto a unos escalones de subida a lo que resultó ser la disimulada
puerta de otra sala contigua, pese a que aquellos escalones aparentemente no conducían hacia ninguna otra parte.
Entonces, según las fotos que nos mostró el amable Ramón, guía providencial, se las ingeniaron
para abrir dicha puerta, también con forma de triángulo isósceles y toda ella de
piedra, no sin antes mirar lo que se iban a encontrar detrás de ella. Para ello
usaron unos tubos estriados en las puntas a las que les habían soldado en el
D.F. unos trozos de diamante (que entonces era el año 1952 y no dispusieron de
las actuales perforadoras).
Total que cuando ya calaron al lado posterior y
pudieron tirar de la piedra que cerraba el paso, Alberto hizo desalojar la zona
por los posibles contaminantes y aires tóxicos que pudiera emanar aquella nueva
dependencia tan protegida. Los arqueólogos saben que en casos similares podrían
encontrase depósitos de cinabrio, que produce mercurio y es venenoso si se respira
sin cuidar de ventilarlo previamente. Pero en vez de venenos lo
que se encontraron es que había estalactitas y estalagmitas como en las cuevas
naturales, que con tantos siglos se habían formado allí también, aunque ese
recinto era obra de hombres. Uno de los obreros, llamado Guadalupe Pech, al que pudo llegar a conocer nuestro guía, contó a éste que aquello parecía lleno de “cirios finos”, como si lo que viera fuesen velas de
cera colgantes.
Seguidamente retiraron aquellas formaciones calcáreas de tantos siglos, y Ruz y su equipo de expertos midieron lo que resultó una cámara de unos siete metros de larga por casi cuatro de
ancha y otros seis de altura. Y lo más estremecedor, que en el centro de ella
se encontraba lo que ya suponéis... Pero antes de desvelarlo dejaremos que los arqueólogos lo
inventaríen y evalúen primero y nos lo dejen completamente al descubierto y
visitable, de cara a que yo pueda presentároslo en mi próxima y ya última
tabarra acerca de Palenque.