BRUJAS
( I )
De recuerdos y olvidos, esta
ciudad flamenca es un encaje de hilos sutiles con nostalgia del mar que poco a
poco fue abandonándola después de enriquecerla varios siglos. Hans Memling llegó a ella y enamorado de su triste
sino pintó sus lienzos más cautivadores, que hoy son las joyas del viejo
hospital vuelto en museo. Esta sorpresa medieval, la Venecia del Norte, guarda
el misterio que sólo es posible poseer para dejarlo intacto a otros viajeros, y
también a quien vuelve pues ya es imposible prescindir de Brujas después de
vislumbrarla y quedar preso de su belleza perdurable.
La
dama desconocida del Museo Memling
Resalta tu rostro de camafeo
bajo el capuz oscuro, nacarina
y reprimida al natural deseo
tu carne juvenil se te adivina
tibia. Tu oculto pelo es como el heno.
De tu Brujas natal en cruel distancia,
la flor te evoca aquel instante ameno
(que un confesor calificó de osceno)
que ya es tan sólo lánguida añoranza.
No sólo esta, son adorables
todas las modelos de Hans Memling. Pero la joya más preciada de su Museo en
Brujas (el antiguo Hospital de San Juan), es la de una modelo idealizada y
legendaria: ¡Santa Úrsula!
La tradición de aquella santa y las “once mil
vírgenes” queda magistralmente en las imágenes que adornan su gótica cajita de
reliquias custodiada en Brujas…
“La gente, hambrienta de mitos
que le aventen sus miserias,
buscando alivio a lo cierto
se consuela con leyendas”
En realidad ocurrió que, de una abreviatura inscrita: XI M. V. para significar “Undecim Martyres Virgines”, las once vírgenes que acompañaron a Santa Úrsula en su periplo y finalmente también en su martirio, se interpretó erróneamente como “Undecim Millia Virgines” ¡Once mil vírgenes!, poblando de fantasías eróticas a aquellos cristianos medievales, envidiosos del Cielo de Mahoma y sus miriadas de huríes virginales.
Pero ya es largo este preámbulo sin haber contado la leyenda de quien se supone fue esta santa, patrona de las universidades medievales, y bajo cuya advocación fue fundada la Compañía de Santa Úrsula (por aquellos mismos años en que nació la Compañía de Jesús). Cuenta la leyenda de la joven Úrsula, que había hecho voto de castidad, fue prometida en matrimonio por sus padres, cuando aún era necesaria la cópula para perfeccionar el contrato de los contrayentes en aquellos matrimonios anteriores al Concilio de Florencia (año 1493), aquel que estableció que el requisito sine qua non debería ser el consentimiento mutuo de casarse mediase o no la dichosa cópula. Para evitar o al menos retardar la consumación matrimonial, obtuvo la novia autorización de sus progenitores para ir a Roma a consultar al Papa Ciriaco si bien podría mantener sus votos sin contrariar la voluntad paterna de hacerla esposa de su prometido.
Y así fue como “Orsola et XI M. V” embarcaron hacia Roma, siendo desviada su nave por una fuerte tempestad a las costas dominadas por paganos que capturaron a las vírgenes y se dispusieron a violarlas. Tan firmemente se opusieron ellas a perder su virginidad que fueron muertas en martirio, y en el lugar donde ocurrió el suceso se erigió una capilla en su memoria. O sea… que el Museo Memling ya es motivo suficiente para viajar a brujas. Entre sus cuadros también nos atrae esta María Maddalena Baroncelli, esposa de un resobrino de aquella Beatriz Portinari que enamorase al Dante florentino.
Y, no nos este otro de María
de Borgoña, esposa del emperador Maximiliano, madre de Felipe el hermoso y
abuela del César Carlos V.
María De Borgoña vivió y
murió en Brujas, y en la ciudad de sus amores sigue reposando, junto a su padre
Carlos el Temerario.
Pero en verdad el mayor
encanto de Brujas se encuentra fuera de sus bellos templos y prestigiados
museos…
… y así os lo mostraremos
prontamente, si nos hacéis el honor de navegar por aquí.